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domingo, 2 de febrero de 2014

"Deterioro de la moneda nacional"


El billete argentino de $ 100 pesos de más alto valor con la  menor capacidad de compra indica que la gran inflación lo ha desvalorizado provocado por el descontrol fiscal que el gobierno kirchnerista se encargó de destruir al sistema monetario.
Con el el exceso de emisión permanente ha elevado la tasa de inflación por encima del 34 % y puede explicarse al público que en éstas condiciones, es muy difícil que la economía pueda crecer, generar empleo y proveer bienestar a la población que tiene un cuarto de la pobreza del total de los habitantes.
No es muy difícil comprender el problema ya que solo alcanza con observar nuestro billete de máxima denominación, el de cien pesos, para comprender hasta dónde ha llegado el deterioro provocado por el descontrol fiscal y monetario en nuestro país.
La Argentina sólo es superada por Venezuela en cuánto a su pobreza y la capacidad de compra ya que en Venezuela, tal billete es el de 100 Bolívares Fuertes que al tipo de cambio paralelo de ése país, cotiza en apenas un dólar con cuarenta centavos.

Debemos sentirnos afortunados para mal: en la Argentina ya que nuestro billete de máximo valor de 100 pesos, alcanza para obtener unos dólares a $ 8 condicionado en el oficial, y $12.70 en mercado paralelo blue. En Paraguay el valor equivalente dólar a $ 22 pesos; en Colombia, a US$ 25; en Bolivia, a $ 29; en Chile, a $ 36, y en Perú, México y Uruguay, los valores van desde los $ 70 hasta los $ 90 pesos.
Para que el valor de nuestra moneda se asemejase el dólar a los $ 25 de equivalencia a las otras monedas de la región, deberíamos retrotraernos hasta 2011, ya que, luego de implantado el cepo cambiario, se aceleró el derrumbe del valor de nuestro signo monetario.
Disponer de un billete de máxima denominación con un poder adquisitivo bajo envuelve varios problemas, ya que cada operación en efectivo implica el transporte de una cantidad extravagante de billetes, lo cuál torna engorroso y peligroso su manipuleo por la inseguridad para las operaciones cotidianas, y especialmente para los gente común que cuenta los billetes en vez de pesarlos, (práctica habitual entre algunos amigos y funcionarios del poder de que hemos tomado conocimiento recientemente) lo hacen por comodidad por el volúmen millonario que manejan.
El abastecimiento de efectivo por parte de los cajeros automáticos se vuelve dificultoso debido a que tienen una capacidad limitada de almacenar billetes, y agota su capacidad en pocas extracciones.
Si los precios suben a un ritmo de 30% anual y los billetes de máxima denominación se mantienen sin cambios, la capacidad de cada cajero en términos de la cantidad de bienes y servicios que se negocian en la economía, disminuye también a un ritmo de 30 por ciento. Al bajar la capacidad de compra de los billetes de máxima denominación, el uso eficiente de los cajeros, de los tesoros de los bancos y de las propias billeteras provoca el desplazamiento hacia el uso único del billete de mayor poder de compra, y se verifica la extraña paradoja de que, aún cuándo nuestro billete de 100 pesos equivale a sólo 8 dólares, es difícil conseguir cambio menor para éstos cuándo se efectúan operaciones sencillas al comprar en un quiosco, tomar un taxi o viajar en subte.
Considerar que evitar poner en circulación billetes de 200, 500 o 1000 pesos para sostener la política de negación de la inflación a pesar de los violentos movimientos del dólar contra el peso, y negar su desvalorización sirve de poco, así como el ocultamiento de la inflación termina derrumbando el valor real de la moneda, y su no actualización del valor del billete sólo contribuye hacer más tortuosa la vida cotidiana de los sufridos ciudadanos, que reflejan su contundencia con la mala praxis en materia económica ejercido por nuestras autoridades gubernementales.
Los desmanejos de política económica, que ya llevan un par de años, y las medidas de la semana pasada desencadenaron una incipiente crisis que el Gobierno tiene que tratar de controlar. Hasta ahora se ha actuado torpemente. El gobierno, por impericia, se puso "solito" en esta situación y el ministro de economía Kicillof encontró durante su gestión un feroz límite a lo que dice y lo que hace.

"No vamos a hacer nada que genere bruscos cambios en la economía", fue la primera definición que dió el flamante ministro en la mañana del 21 de noviembre de 2013, cuándo transcurrían unas pocas horas de su gestión. Dos meses más tarde, Kicillof tuvo que poner la cara ante la más drástica devaluación en los últimos 12 años.
Un mes más tarde, las reservas del Banco Central cayeron 12% y pasaron de 30.386 millones a 28.100 millones, es decir, una baja de 2286 millones de pesos, no obstante sigue hablando con la arrogancia intelectual con la expresión de un voluntarismo ideológico irracional y sin realismo económico en la izquierda.
La venta de dólares para atesoramiento sumó ayer US$ 26.790.009 y US$ 68.352.545 desde según las estadísticas de la AFIP, que reflejaron que el 91% de los ahorristas retiraron sus billetes. El promedio arrojó US$ 522 entre los 51.241 clientes que compraron, indicó el organismo que lidera Ricardo Echegaray. Entre los empleados en relación de dependencia que compraron divisas, el 67% correspondió al personal del Estado y en particular, el 55% a empleados del sector público nacional. Sobre el total de compras, el 86% fue adquirido por empleados y el resto, entre autónomos y monotributistas, Sobre el monto total, 254.000 clientes que pidieron comprar US$ 125 millones adelantaron su voluntad en la página de la AFIP de retirar sus billetes, mientras que 23.361 clientes que pidieron apenas US$ 12.085.800 optaron por afirmar que lo dejaría en los bancos para ahorrarse el recargo del 20% a cuenta del impuesto a las ganancias a recuperar en 2015. En éstas condiciones al tiempo se termina en colapso económico, al tratar de seguir un principio que si no coinciden la realidad y la ideología, hace errónea la ideología que será inevitablemente recesiva.
Sólo hay una certeza entre tantas incertidumbres: la crisis no demorará en devorarse a la política o al equipo de la Presidenta, si son ambas deberá entregar antes de que el Banco Central quede exhausto de sus reservas y la inflación haya terminado con la paciencia de los argentinos.
¿Quién, en su sano criterio, imagina muchas semanas o días más con caídas diarias de reservas entre 120 y 200 millones de dólares? ¿Quién puede suponer que la sociedad vivirá normalmente con una inflación de 5% en enero, según estiman economistas privados, y un probable de 3 o 4% en febrero?
También la Presidenta está en su peor momento en las encuestas desde la guerra con el campo, hace cinco años desde el 2009.
Hizo la mayor devaluación y permitió a un equipo de funcionarios inexpertos y mediocres, enfrentados entre ellos, jugando a la desautorización mutua.
No es solo la esperanza salvadora que comenzará en marzo de 2014 al ingresar al país dólares por las exportaciones de granos ni tampoco entonces empezará una fiesta sin fin ya que el segundo semestre será tan austero como las semanas que corren por seguir agotando recursos.
La sociedad vive ajena a ésta controversia inútil, mientras los salarios aumentan junto con la inflación, el consumo mantiene niveles importantes, y durante el largo período de tiempo que duró éste debate, el kirchnerismo gastó el stock energético y el stock ganadero, y ahora está liquidando el stock de reservas de dólares del Banco Central. Es una política concensuada.
¿Quién ganó en la "década ganada" si el país es más pobre de lo que era en 2008?
La respuesta si no la intuye quedará por verse al final.

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