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miércoles, 2 de febrero de 2011

"Cuándo el menor esfuerzo es un rédito para el ocio"

Aquellos principios éticos de la cultura por el trabajo que llegó con la inmigración europea hicieron grande al país, basados en el esfuerzo y el trabajo, hoy están cediendo en la mente de una nueva generación que entiende que sin ningún esfuerzo tiene derecho a recibir un subsidio que sustituya un salario y reclama como obligación del Estado, que le provea una vivienda digna junto a otros servicios sociales.
Es así como se ha hecho pesado el legado argentino que consolidó el Gobierno K  como la cultura del menor esfuerzo, que apoyado por el Ministerio de Trabajo, se reúnen ante el edificio los piketes que no solicitan empleo, sino subsidio para ejercitar el ocio.
De modo alguno no se pone en juicio la legitimidad de los subsidios para resolver carencias de personas que no consiguen ingresos suficientes por edad avanzada, discapacidad u otras circunstancias múltiples que conspiran  contra el principio de igualdad, como sería injusto negarse a subsidios transitorios  por desempleo ni canalizar fondos públicos para afrontar situaciones de emergencia. Ésas son políticas habituales en todo el mundo que se fundan en criterios solidarios básicos y que aquí son respaldados por la Constitución Nacional.
Lo que estamos diciendo se trata de la proliferación de los planes sociales que se distribuyen con desenfrenados criterios clientelísticos y prebendarios que no permiten una prosperidad futura al país, al tener llegado a un punto tal que la cantidad de personas que optan por no trabajar ha crecido de manera desmedida, y ésto en otros tiempos hubiese sido una aberración, pero hoy se presenta como una nueva realidad cultural que no deja de ser preocupante al estar patológicamente instalada.
Es muy cierto lo expresado por el ex presidente chileno Eduardo Frei cuando dijo que; La Argentina destruye durante el día lo que la naturaleza crea por la noche" como notable referencia para describir una aventura que envuelve otros capítulos de enajenación política y de fomentar la idea que es lo mismo trabajar o no hacerlo como cita el tango Cambalache (...Es lo mismo el que labura noche y día como un buey, que el que vive de los otros, ...). 
El país creció con  esfuerzo y trabajo para alcanzar la jerarquía que alcanzó por largo tiempo en el concierto de las naciones, y no existen argentinos que no hayan visto a sus padres trabajar con la negativa carga que introduce en la conciencia.
Hay familias que reciben dos planes, uno la mujer y otro el hombre, más la asignación universal por hijo sumado a la escuela gratuita y hospital público, que también está a cargo del resto de la comunidad, por lo cuál todo ello garantiza una economía de subsistencia que permite no buscar o rechazar ofertas de trabajo, y parece que no hay deshonra por no trabajar, algo que en tiempo de nuestros abuelos era vergonzoso (recordemos la letra del tango Haragán...Te gusta meditarla panza arriba, en la catrera y oír las campanadas del reló de Balvanera. ¡Salí de tu letargo!¡Ganate tu pan! Si no, yo te largo... ¡Sos muy haragán! ).
Hay una falsa sensibilidad social que fundamenta la ayuda y el subsidio a cambio de la nada o que sólo sea por adhesión política, eso construye la inmoralidad que convierte a la sociedad en comunidad pasiva, impotente para crear cultura laboral como el mayor de los tesoros para crear riqueza. 
Así el Estado podría impulsar la obra pública y aprovechar la fuerza laboral de aquellos que subsidia y contribuir a la dignidad del subsidiado, a una sana educación ética que no existe paga sin contraprestación como el dicho bíblico, "ganarás el pan con el sudor de tu frente". 
Pero se sabe que aquellos que manejan políticamente los subsidios con planes clientelísticos  exigen de los subsidiados la concurrencia a los actos políticos del partido gobernante, so pena de perder las prerrogativas del plan con su ausencia.
De tal forma nos encontramos ante una perversidad política de mayores proporciones dado que el sistema implementado fomenta el trabajo informal en negro y la changa, y quién tiene ése plan no le interesa incorporarse al circuito formal; de hacerlo perdería lo otro y continúa en "negro" su trabajo y conserva su plan y cobra por partida doble, a costa de todos. 
Se sabe que todo lo que se recibe sin trabajo será aquello que quién habiendo trabajado no recibirá nunca, y otro pagará su costo que el Gobierno quitará de otras personas.
En economía la receta es única y vale cuando es racionalmente organizada y todas las ineficiencias que crean los regímenes subsidiados, sus montos y propósitos deben ser explicitados de forma clara para incorporarse en el presupuesto con la aprobación legislativa y sus rendiciones de cuentas dadas a conocer a la sociedad, para que el subsidio no sea una trampa para la democracia, ya que una vez instalado es imposible de suprimir.
Si la mitad de la sociedad estaría convencida que no necesita trabajar, la otra mitad debería solventarla, y si ésta concluyera que no vale la pena trabajar no quedaría producción de recursos que solvente su sobrevivencia, entonces el país habría terminado como nación.
La pérdida del valor por el trabajo es una herida grave para el ser argentino que no debería convertirse en crónica nunca.
De un editorial de "La Nación"