Búsquedas en el Blog

sábado, 12 de diciembre de 2015

"Chongo", delívery de sexo a la carta


Antiguamente al chongo se lo relacionaba como el amigo de las relaciones homosexuales hasta hoy en que las “mujeres alfa” dan testimonio de un cambio cultural en el mundo del deseo. Por ejemplo, dejan atrás la idea tradicional del amante por otra figura: el chongo.
En la conversación habitual entre mujeres éste tipo de relaciones de las llamadas “mujeres alfa”, es una manera de dar un sesgo masculino para justificar el ejercicio despreocupado de su deseo sexual, entre otras cosas. “Estas ‘mujeres alfa’ suelen tener su autoestima muy bien plantada, van detrás de sus proyectos y no dependen del vínculo con un hombre. Si están disponibles, aceptan el encuentro pero no persiguen a nadie ni les gusta que las persigan. En este sentido, el "chongo" puede combinar bien con sus principios y estilos de vida”
Anochece en Puerto Madero y ellas de ronda están sumergidas en las pantallas de sus celulares chateando o respondiendo mensajes por WhatsApp. Se muestran los chats. Buscan en la aplicación Lulu y chequean si el ocasional candidato del día –ellas lo mencionarán de otro modo– ya fue ranqueado por alguién como novio, exnovio, amigo, conocido, si está en otro tipo de relación, o si está en alguna categoría de: #GranAmante#Panico al Compromiso#NuncaSeQuedaA Dormir .
Se prensentan con un apodo que no necesariamente coincide con su nombre verdadero. La virtualidad sigue fuera de la pantalla: son Laura, Lucy y Mara; treintañeras, profesionales, que se abren paso en empresas de la zona. Y llaman chongos a sus circunstanciales aventuras amorosas. “No son novios, ni una relación seria. Es alguien con quién te ves cuándo tenés ganas”, define Laura. “Tampoco son amantes”, aclaran a coro Lucy y Mara. “¿Amantes? ¿Qué es eso?”, ríen.
Les resulta anacrónico el término. No se les cruza por la cabeza la clandestinidad del amor– a largo plazo. “¡Ni loca!”, dice Mara. “Imaginate si voy a bancarme a un tipo que esté casado y yo de segunda.” Sol agrega, sin dejar de escribir sobre la pantalla de su teléfono: “En las redes hay muchos casados que están de levante”. Y hace diferencia: “Una cosa es el que está en pareja y anda de levante. Lo ves una vez y chau. Otra, que vos le respondas los mensajes o llamados cuándo a él se le dá la gana. Que estés disponible. No sé, no dá. ¡Ésas relaciones son del tiempo de mi abuela! No digo que no existan porqué conozco chicas que por no estar solas se bancan a cualquiera que las denigra”.
"Chongo", una palabra que se filtró en el lenguaje femenino adquiriendo presencia real. En las charlas de amigas delicattesen suele aparecer como sinónimo de un levante ocasional o refiere aquél que dura algunos encuentros. Se habla de ellos sin pudores, más bien lo contrario; no suele haber presentaciones sociales, ni a amigos ni, mucho menos, a familiares.
Pocas veces se muestran juntos porqué en la mayoría de las ocasiones son encuentros furtivos; parte de una manera de relacionarse que es funcional para ambos en forma transgresiva, como si se tratara de una cuestión de disponibilidad mutua, "sexo on demand", una conjunción que no implica compromisos: ni económico, ni familiar, mucho menos de estabilidad.

Los "chongos" son una pareja sexual o un amigo con derecho a roce. “Es incuestionable que se ha producido una modificación en la vida sexual femenina. La mujer también exige, no se acomoda o somete como antes y aceptan de buen grado los vínculos ocasionales”, introduce la psicoanalista Adriana Guraieb. “Irrumpen las relaciones disociadas entre el amor y el sexo, los amigos con los que se hacen "intercambio de necesidades en pareja". No es algo universal pero progresa como una tendencia que se observa cada vez más”, añade.
En la dinámica actual es difícil pasar de un "nos vemos" a "tenemos algo". Podés tener una noche genial con alguién y al otro día nunca más lo viste”.
Agendar una reunión laboral o un evento presume un encuentro a pesar que: “Cuesta entablar un vínculo que por parte de las mujeres, no hay confianza. Y a los hombres les falta compromiso”. Así las cosas, “cada uno, hombres y mujeres, formamos parte de una cadena de relaciones. No hay exclusividades. Suena tremendo pero es así”. “Sos un objeto de consumo como si fueras un mueble. Ellas tienen el poder; y siempre lo tuvieron. Cuándo te metés en Tinder enseguida te borran si algo no les gusta y ahí se terminó todo”.
Y una vez que te encontrás, no quieren una cita o solo una noche de sexo. Quieren, al menos, unos tres meses de encuentros y al final sin mediar palabras, un día se terminó todo”. “Cuándo vas al primer encuentro ya estás con fecha de vencimiento. Y si no lo hacés, te descartan. ¿Romanticismo? No corre.
El que se cansó de bolichear busca otro plan. A una de veinte no la agarrás por el lado de "vamos a cenar o al cine". Olvidate. No se preocupan en decir "tengo un chongo que no es mi novio". Así, ellas avanzan en un terreno –del deseo—de un modo en el que el varón se siente algo disminuído, cuánto menos, desorientado.
Para el sociólogo polaco Zygmunt Bauman según éste planteo, la modernidad –ésa época marcada por la incertidumbre– dió de lleno sobre la fragilidad de los vínculos humanos, tanto que se toman como una mercancía más. No hay promesas: se pide menos y uno se conforma con menos. No hay mas amor duradero porque siempre lo hicieron fútil y la novedad es que hoy ellas también parecen dejar la solidez de lado.
También aman superficialmente pero avanzan y van al frente sin sentir culpas; se sienten las únicas proveedoras de su bienestar económico y sexual. “El término "chongo" está dejando lugar al aún más explícito "garche" cuándo antes se hablaba de amante, y muchos años atrás era "la querida" que anudaba el deseo de amar, pero hoy el "chongo" remite a la conjunción entre deseo y goce.
Con la cosificación ya no solo el hombre toma a la mujer como objeto, sino que él mismo es reducido a un objeto y ésto tiene los efectos que son evidentes para todos: significa volverse objeto de consumo y desorientación del lado de los varones contemporáneos”.
La psicóloga Any Krieger considera: “Tener un "chongo" es como decir: ‘Tengo un pene buscando una equivalencia fálica, sin dudas, donde los lazos sentimentales que ofrece el discurso capitalista, donde no tiene lugar el amor sincero, sino la idea del consumo del otro, en éste sentido, el "chongo" es un objeto adecuado”.
Mariela I. de 27 años, separada, sin hijos cuenta: “Fui buscando algo serio pero resultó que tengo un "chongo" de 23 años", (con el tamaño de talle perfecto, bromeamos con amigas) y es genial estar con un tipo joven, los encuentros son explosivos e intensos y los disfruto y no tengo expectativas de una relación”, me acostumbré a chonguear.
Carlos, contador de 40 años, divorciado después de veinte años de casado, encontró una posibilidad inigualable en los sitios de cita online: “En poco tiempo, conocí muchas mujeres. Creí que iba a encontrar una relación formal, pero no es así la onda. 
La variedad de compañeras sexuales, te crea la ilusión de que poder estar con todas pero las mujeres buscan más orgasmos que mimos, sentirse deseadas, más allá de la edad que otras buscan en viajar.
Krieger, autora de Sexo a la carta, sostiene que en el último medio siglo viajamos del “ser” al “tener”. Muchas mujeres todavía sienten nostalgia del príncipe azul que no consiguieron, pero muchas otras están muy felices de haberlo perdido como la representación de su deseo y de su felicidad al encontrar un "chongo", en consecuencia precisa: “El "chongo" es, entonces, el resto de lo viril que queda atribuido a una sociedad machista que nos evade y nos premia con la pérdida de lo convencional con un posible encuentro con el sexamor. Es el reducto con el que transamos para soltar nuestra enigmática feminidad y enfundarnos en una postura de "matriarcado" que nos sumerge en encuentros que no conseguíamos para sumirnos en superar un vacuo hastío”.

No hay comentarios.: